jueves, 31 de diciembre de 2009

Otra vez es 31 de diciembre.

Como cada año, el día 31 nos despertamos con las mismas noticias, recopilaciones de las películas más vistas, los mejores momentos del año, las tragedias que han marcado el año…., pero con la salvedad de que en Baleares siempre nos encontramos la famosa diada, la cual siempre se celebra el día 30, incapaz de superar la presión del fin de año, es necesario hacer el pequeño apaño de pensar que a medianoche es el día de San Silvestre, y así se ajusta un poco a la fecha en cuestión…
No quiero entrar en los típicos insultos, que cada año acompañan la entrega de flores a la estatua del rey Jaime I en la plaza de España, actualizados este año por las premisas de corrupción que tanto hemos oído, y que supuestamente imputan a el antiguo político Matas, y a la todavía en activo Munar, aunque gente con mejor memoria, que estaba en ese evento, recordaba los nombres de más imputados, y de sus formaciones; ni de los típicos gritos ni consignas nacionalistas.
Me quiero centrar en algo para mi más relevante, una ceja, si les parecerá raro, pero pocos medios han centrado su atención en ella, al parecer un manifestante, de la manifestación que siempre se hace ese día bajo lemas nacionalistas, vio un grupo de banderas en un comercio, entre esas banderas estaba el símbolo de sus iras, una bandera española, ante la rojigualda saltó contra ella como un toro ante un capote, y se dio un golpe con su propio puño, rompiéndose la ceja, ¿no es suficiente tormento para estos pobres manifestantes, la lluvia de huevos y agua que siempre les recibe?; pero el tormento ni el frío les detiene, estás mil personas que como colofón a su acto disfrutaron sonándose los mocos con pañuelos con los colores de la bandera de su país, y poder todos juntos cantar el himno de Riego, bajo una estelada, y disfrutar de su jingoísmo…; desde aquí mi pésame y dolor a esta víctima de una bandera española, la cual alguno puede creer que actuó en legítima defensa.
Por desgracia esta fiesta, esta celebración, se ha convertido en una caricatura, la cual lejos de recordar, y de servir como momento de hermanarnos con nuestro pasado, solo sirve para hacer actos políticos, alegoría del jingoísmo, y para despertar la violencia de aquellos, que ven en este día una ocasión para descargar sus frustraciones, contra lo que les molesta, arropados en la turba; ya nada queda del espíritu festivo, para poder hacer eso hay que esperar a la noche del 31 de diciembre, la cual por suerte, no ha sido mancillada nada más, que con intereses comerciales.

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